6 de marzo de 2011

No cien, MIL años de soledad.

No había dejado de desearla un solo instante. La encontró en las habitaciones oscuras de las ciudades capturadas, especialmente en las más abyectas, y él la haría materializarse en el olor de la sangre seca en las vendas de los heridos, en el terror instantáneo del peligro de muerte, en todo momento y en todo lugar. Había huido de ella en un intento de acabar con su memoria, no sólo por la distancia sino por medio de una furia confusa que sus compañeros de armas se llevó a la audacia, pero cuanto más su imagen se revolcaban en el muladar de la guerra, más la guerra se parecía a Amaranta. Así fue como que sufrió en el exilio, buscando una manera de matarla con su propia muerte.

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